martes, diciembre 27, 2011

Viejos Amigos


El calor de la tarde aún se hacía sentir cuando estacionó el vehículo fuera del edificio. La moto ya estaba en su lugar, señal que podía anunciarse y subir.

Se habían pasado la tarde enviándose picantes correos sobre lo que ella quería hacerle y sobre lo que él esperaba que ella le hiciera.

Entró sintiendo al caminar como su sexo estaba listo y dispuesto a lo que venía. El conserje la miró, ya estaba acostumbrado a anunciarla y verla salir apenas 15 minutos después con el pelo algo desordenado.

Subió las escaleras y una niña lloraba “Maldición!” pensó, ese tipo de episodio podría bajarle la libido que estaba en su punto máximo después de haberse estado toqueteando en cada semáforo rojo.

Él abrió la puerta y ella no lo saludó, ni siquiera lo besó, se abalanzó como loca a su pantalón y lo tocó. Estaba duro y erecto, tal cual ella lo esperaba.

Rápidamente soltó su cinturón y comenzó a despojarlo de su ropa. Se arrodilló sin que él se lo pidiera e introdujo esa tremenda polla en su boca, con ganas, con ansias, como si fuese un vagabundo perdido en el desierto que encuentra su oasis.

Los gemidos de él no tardaron en venir “¿Quién es mi puta?” preguntaba mientras ella no se detenía a responder. Quería comerlo entero, quería sentir ese olor en su cara.

De pronto él la obligó a detenerse, iba a acabar… “aún no” pensó, pero esos no eran los planes que él tenía para ella, no todavía.

La obligó a pararse y la tiró a horcajadas boca abajo sobre la mesa mientras le bajaba la ropa interior “¿Esto es lo que querías, verdad?” le gritaba al oído mientras la primera embestida le robó un grito ahogado. “¿Esto es lo que te gusta, verdad?” mientras seguía golpeándola una y otra vez hasta hacerla acabar.

Exhausta, se volvió a arrodillar frente a él para terminar la faena. Lo succionaba con ganas, como si fuera su trofeo. Lo metía hasta el fondo de su garganta, pasaba la lengua por su glande dándole suaves golpecitos. Hasta que de pronto él la empujó un poco hacia atrás. Ella permaneció con la boca abierta esperando ese delicioso líquido caliente.

Tenía un sabor agridulce que ella ya conocía, el semen saltaba dentro de su boca “Hoy es más que la semana pasada” pensó, mientras caía en su boca, su cara y sobre sus senos. Mientras él gemía de placer al ver como ella jugaba con su semen en la boca, con sus manos recogía lo que había caído sobre sus senos para llevárselo a la boca y disfrutar de ese calor y ese olor que la acompañaba hasta el anochecer.

Rápidamente se incorporaron, recogieron la ropa tirada por todo el comedor, se vistieron y sólo en ese instante se saludaron como los dos viejos amigos que eran.

jueves, febrero 24, 2011

Un Paseo

Quiero dar un paseo por tu cuerpo, un paseo que me lleve hasta los lugares más recónditos y descubrir miles de fuentes de placer.

Arrodillarme frente a ti, acariciar tus nalgas firmes, sentir tu timidez ante mis manos ávidas de tu cuerpo.

No me resisto y el sonido de un par de fuertes nalgadas cruzan el aire, seguidas por un pequeño gemido que escapa de tu boca.

Mi boca no se demora en acercarse para acabar con el escozor, mi lengua traza círculos por tus nalgas mientras mis manos alcanzan tu pene ya erecto.

Mi lengua no se cansa de sentir el sabor de tu piel, sentir el calor bajo las palmas de mis manos mientras lentamente vas girando para dejarme tu orgulloso pene justo frente a mi boca.

La vista de tu órgano provoca pequeños espasmos en mi clítoris al imaginar todo el placer que me entregará. Pero primero es mi turno de entregarte placer.

Abro mi boca mientras con mis ojos busco los tuyos, quiero ver tu cara de placer al sentir el calor y la humedad de mi lengua que juega por la punta de tu pene. Lo introduzco casi completo, subo y bajo, una y otra vez, urgiéndote a moverte acompasadamente siguiendo el ritmo de mi boca.

Mis manos buscan debajo de tu pene, te recorren y oprimen levemente tus bolas. Mientras me voy lubricando rápidamente y sintiendo cada vez más ganas de sentirte dentro de mí.

De pronto me jalas hacia atrás, sé que ya es el momento y abro mi boca lo más que puedo, tu semen comienza a caer sobre mi lengua mientras trato de no perderme ninguna gota de este tibio líquido de sabor indescriptible que baja por mi garganta.

Sabes que eso para mí no es suficiente, limpias mi boca con tu mano mientras con la otra me incorporas, me das vuelta y de una palmada me mandas al baño a lavarme mientras descansas un poco para continuar.

Regreso a los pocos minutos, estas tendido sobre la cama de sábanas blancas esperando por mi cuerpo. Mi cuerpo te desea, mis ojos se clavan en tu sexo, esperando verlo más erguido para poder montarte.

Acerco mis senos a tu boca que gustosa recibe el regalo de sus botones erguidos. Los tomas suavemente entre tus labios y los oprimes lentamente mientras tu lengua los repasa enérgicamente.

Mi mano baja por tu cuerpo hasta llegar a tu pene y comprobar así que ya estás dispuesto a sentirte dentro de mí.

Ansiosa abro mis piernas y me dejo caer lentamente, sintiendo como comienzas a penetrarme suavemente para luego comenzar en un movimiento rotatorio de mis caderas mientras subo y bajo.

El placer no tarda en llegar y hacerme explotar mientras miro tus ojos entrecerrados disfrutar el momento. Una sonrisa de placer se instala en mi cara, mientras bajo un poco la energía de mis movimientos para recuperarme y continuar un poco más.

Un poco más adentro, siempre un poco más adentro, luego afuera, sintiendo mis senos balancearse a un ritmo frenético, rozando a veces levemente tu pecho.
Un segundo orgasmo y decides cambiar de posición.

Me encanta sentir tus embestidas desde atrás, pero esta vez lo haces diferente. Me obligas a bajar la cabeza hasta las sábanas y dejas sólo mi cola en alto, no te mueves y me pides a mí que lo haga.

Nunca había sentido un orgasmo como ese… ha sido lo más parecido a los orgasmos que me provoco yo misma estando sola.