El invierno no parecía
acabar nunca. Nunca le había gustado el invierno y este en particular había
tenido demasiados problemas como para que comenzara a gustarle. Siempre tenía
la impresión que el verano y su calor hacía que los problemas se alejaran con una
facilidad abrumante y eso le encantaba. Aún cuando hubiese gente que la tratara
de tonta por eso.
Poco importaba, al fin y
al cabo mientras otras personas se preocupaban de su inteligencia ella lo
pasaba bien.
Sin darse cuenta ya había
llegado al pequeño y confortable apartamento que disfrutaba en un sector
alejado del bullicio y con una magnífica vista. No hizo más que entrar y sentir
que su teléfono móvil sonaba.
-
¿Estás preparado para
mí? ¿Eso crees? Sube, te espero.
Siempre era bueno tener un
amante que la sacara del aburrimiento. Pero este en particular le gustaba mucho
pues sabía exactamente lo que a ella le excitaba y lo que la hacía feliz.
Se quitó la ropa, iba a
dejar su ropa interior puesta y luego pensó ¿para qué? Al final igual iba a
quedar desnuda. Dejó la puerta junta y se fue a tender a la cama y lo esperó
ansiosa.
Se demoró en subir hasta
el departamento, quería que ella lo esperara un poco más. Se sentía excitado,
se aseguró de estar lo suficientemente excitado tocándose mientras subía el
ascensor. Quería que ella viera el deseo que tenía de poseerla.
Iba a tocar la puerta
cuando se dio cuenta que la puerta estaba entreabierta, Dijo su nombre en voz
alta y sintió una risita ahogada que venía desde su habitación. Instintivamente
supo que ella ya estaba lista para él.
Cuando lo vio entrar a su
habitación abrió sus piernas “Te estaba esperando ¿por qué tardaste tanto?” La
mano de él comenzó a subirle por las piernas y violentamente hundió un dedo en
su interior lo que le arrancó un pequeño grito. Estaba húmeda y excitada, tomó
su muñeca para que no pudiera retirar la mano de su interior.
“¿Quién es mi putita?” le
preguntaba mientras su mano jugaba a dibujar en la vagina húmeda y caliente,
esa vagina que lo volvía loco. Ella apenas podía hablar de placer pero él
insistía en la pregunta “¿Quién es mi puta?” le gritó. “Yo” alcanzó a decir
antes que él sacara su mano, la agarrara firmemente del pelo y la obligara a chupárselo.
Amaba hacer eso, tenía el
tamaño perfecto para su boca y le encantaba su sabor. De pronto él la tomó del
pelo y la hizo mirar hacia arriba “Abre la boca” ella obedeció y sintió como él
dejaba caer su saliva sobre su cara. Sintió ganas que la violara pero no
funcionaría pues estaba excitada al máximo, tanto que con sus dedos tocaba su
clítoris y se los metía repetidas veces esperando el momento en que él
estuviera dispuesto a montarla.
“Ponla entre tus senos” se
tendió en la cama y dejó que ella pusiera su pena entre sus senos, con sus
manos los sujetaba para que el viera y sintiera sus senos, de vez en vez
trataba de alcanzarlo con la lengua pero no podía.
Nuevamente y sin aviso la
agarró del pelo y la obligó a abrir la boca, escupió en ella y la obligó a
seguir chupando su pene, la tomó por la cabeza y no la soltó. Ella sentía que
le faltaba el aire pero no podía moverse, no podía gritarle que la soltara.
De pronto sintió como la
piel de él se tensaba, había llegado su momento y ella estaba dispuesta a
recibirlo. Pero la soltó antes y comenzó a acariciarle los senos mientras se
calmaba un poco. No quería que esto fuera sólo para él, quería llevarla a la
gloria con él.
Mientras él la acariciaba
ella llevó sus manos a su clítoris, pero él fue más allá e introdujo un dedo en
su ano mientras ella seguía jugando en su interior.
La puso de lado y comenzó
a embestirla con mucha fuerza, la primera embestida le sacó gritos de placer,
sentía que su deseo era tan grande que no iba a acabar nunca. Su mano se
deslizó y la puso de tal forma que lo sentía entrar y salir, tenía la pierna
levantada para que él pudiera penetrarla hasta el fondo.
La puso de rodillas y
entendió la posición, apoyó sus manos en el respaldo y él abrió sus nalgas,
pasó su lengua entre vagina y ano lo que la volvió loca. “Quédate quiera” le
había ordenado justo antes de penetrarla en forma anal.
Sus gritos aumentaron,
mezcla dolor y placer, hasta que sintió la explosión en su interior. La besó
largamente mientras su mano sentía los fluidos que se deslizaban por sus
piernas. Le dio una palmada y la mandó al baño. “Prepárate, que tengo más para
ti”