jueves, octubre 26, 2006

UNA FANTASÍA...

Tu mirada no deja libre mis ojos, siento oleadas de pasión recorrer mi cuerpo, entre fascinada y asustada por la escena que acabo de presenciar. No distingo tus movimientos imperceptibles que le han dado ordenes a tus esclavos para que me lleven ante tu presencia: Estoy hipnotizada por la oscuridad de tus ojos. Tus esclavos me toman suavemente por los brazos, sólo en ese momento me doy cuenta que se han acercado, no siento mis pies, sigo hipnotizada por tu mirada.

Me dejan en el centro de la habitación... mi respiración se hace cada vez más reposada, hasta que me atrevo a hablarte "Así que esta es la sorpresa que me tenias? Extraña, por lo demás, y sin embargo me gusta. Quiero ver qué más me tienes preparado" Al fin bajas de tu pedestal para quedar frente a mí, puedo sentir tu aroma, también puedo ver los ojos de tus esclavas, suplicantes, aún arrodilladas, esperando por ti... Mi barbilla levantada, desafiante, produce en ti una sonrisa. Hábilmente, como un león que tiene delante de sí a su presa, quitas mi camisón verde y dejas al descubierto mi blanca piel, sólo mi cabellera roja como el fuego trata de cubrir sutilemente mis pechos redondeados coronados por pezones rosados que se encuentran erguidos orgullosamente frente a ti, tus manos los recorren mientras tus ojos examinan centímetro a centímetro mi piel, clavas tu mirada en el tatuaje al lado de mi ombligo "qué es esto?" preguntas, "Una mariposa que jugaba conmigo, quedó ahí para entretenerme en mis ratos de ocio" Tus esclavas miran la escena con envidia, Su señor está acariciando a otra, alabando a otra.

Tus labios se acercan peligrosamente a los míos, cuando ya están a punto de llegar, mi boca esquiva la tuya y mi lengua comienza a bajar lentamente por tu pecho lleno de sudor, lamo suavemente esas gotitas, mi lengua se detiene a jugar con tus propios pezones mientras echas para atrás tu cabeza, disfrutando de los suaves ronroneos que salen sin parar de mi garganta... poco a poco comienzo a seguir bajando cuando de pronto siento las manos de tus esclavos detenerme... me empujan hacia atrás y me obligan a hacerles lo mismo "Creías que iba a ser muy fácil?" tus palabras golpearon el aire y mi orgullo.

Dejo que tus esclavos acaricien mi cuerpo suave como el terciopelo, me han puesto reclinada sobre una tarima, mientras uno abraza y besa mis pechos, el otro me ha obligado a abrir mis piernas para descubrir cuán mojada estoy. Tu esclavo juega suavemente con mi clítoris y hunde una y otra vez sus dedos en mí. Mis gemidos de gata comienzan suavemente a llenar la habitación. Ahora están ambos esclavos besando mi cuerpo, recorriendolo, llenandome de excitación y deseo. Lentamente tus esclavos introducen un vibrador dentro de mí, una y otra vez, de pronto abro los ojos y me encuentro en el oscuro abismo de tus ojos, estás frente a mí, observando mi rostro deformado por el placer "Así es como te gusta gatita?" "Si, así, una y otra vez, hasta que ya no pueda más" mis palabras son gritos que cruzan y llenan la habitación mientras tus esclavas han comenzado a tocarse la una a la otra, inundadas de deseo... y despecho pues ya no son el centro de adoración de Su Señor.

Un grito mío y tu cara se llena de satisfacción al saber que he llegado al climax, ordenas a tus esclavos que se vayan a un rincon, mientras no paro de jadear, me obligas a ponerme boca abajo, no quiero, pero me obligas a levantar mi culo... lo examinas, lo acaricias, le das suaves palmadas y entre medio lo apretas para probar lo duro que es, quiero escapar, pero no me dejas, aún así, intento darme la vuelta... golpeas mi culo con fuerza y ordenas que me sujeten las manos, un dedo tuyo comienza a dilatar mi ano, suavemente, luego con mayor intensidad, mis gemidos mezcla dolor y excitación te excitan cada vez más. Aprovechas de dilatarme con una mano, mientras con la otra urgas en el interior de mi vagina, buscando el lugar exacto, de pronto y casi sin darme cuenta, me penetras con fuerza, un grito sale de mi garganta y sigo tratando de escapar, pero tus esclavos no me dejan "Ya gatita, tranquila, veras como te domo, veras como terminarás por comer de mi mano" al sentir el ir y venir de tu pene en mi interior, comienzo suavemente a moverme a tu compás, para sentir todo el placer dentro de mí. Tus esclavos ya no me sujetan, ahora me acarician y me besan mientras tu siges en tu faena, me levantas un poco mientras uno de tus esclavos toma posición bajo mi cuerpo, entonces, suavemente, me penetra por la vagina mientras tu siges por mi ano. La escena deja sin respiración a tus esclavas que han dejado de acariciarse la una a la otra para masturbarse cada una a su propio ritmo.

De pronto mis gritos se mezclan con un profundo gemido tuyo que indica tu explosión, mientras tu esclavo sale de su posición, me incorporo un poco, aún estás dentro de mí, tu mano gira mi barbilla y me besas profundo mientras me dejas en libertad.

martes, octubre 17, 2006

CLAUDIO

Cada vez que voy a tu departamento me pasa lo mismo: aún no llego y ya me siento excitada, el sólo hecho de subir al ascensor hasta el piso 6 y caminar por ese pasillo me excita y me deja lista para ti.

La piel se me eriza al recordar cómo abriste la puerta la última vez para apenas saludarme, apenas dí un paso adentro y tu cerraste la puerta para detenerme contra la muralla y escarbar bajo mi chaqueta mis pechos. Abriste grande tus ojos oscuros al darte cuenta que no traía ropa interior: tal como siempre me lo habías pedido. Tus manos ávidas de mi cuerpo comenzaron a tocar cada centimetro de mis pezones, levantaste mi blusa y tu lengua comenzó a lamerlos, uno primero, el otro después, mientras tus manos buscaban mi humedad escondida bajo un par de pantalones.

No teníamos tiempo para llegar a la cama, nisiquiera para quitarnos la ropa por completo, en un arrebato de excitación caí de rodillas frente a ti para dejar escapar tu pene dentro de mi boca, mi lengua viajaba desde tus bolas hasta la punta del prepucio, primero rápido, luego lento y después adentro, hasta lo más profundo de mi garganta, hasta que mis labios adormecidos ya casi no sentían el taco de tu piel.

Me recostaste sobre el sillón, las cortinas estaban abiertas, cualquier persona que hubiese estado en un edificio cercano nos podría haber visto, eso te excitaba más, el sólo pensar que alguien iba a ver cómo tu cabeza se posaba entre mis piernas, como mi cara se transformaba con la excitación de sentir tu boca en mi vagina, de sentir tu lengua en mi clitoris, de sentir cómo bajabas hasta mi ano para besarlo mientras tus dedos se apoderaban de mi vagina, buscando ese lugar que bien conoces donde me haces explotar de placer una y otra vez, todo para que tu boca pueda disfrutra de chorros de pasión y deseo que salen de mi cuerpo.

Al fin te sentaste sobre el sillón y pude sentarme sobre ti, dandote la espalda, subiendo y bajando a tu propio ritmo, tocando mi clitoris con mi mano, estimulando a la vez tus bolas que bailaban al mismo ritmo que mi cuerpo, sintiendo miles de ojos sobre nosotros que nos miraban con hambre de sexo, hasta que sentí correr tu semen dentro de mi, hasta que olas de placer inundaron mi cuerpo.

Al fin pudimos terminar de quitarnos la ropa y descansar un poco en tu cama, sólo lo suficiente antes de que tu mano traviesa, comenzara a buscar nuevamente mi vagina, tus dedos se volvieron a introducir en mí, buscabas nuevamente mi humedad, pero también buscabas dilatar mi ano para poder penetrarlo, esa penetración que ha sido tan esquiva para ti y que tanto deseas… Mi cuerpo comenzó a moverse al ritmo de tus dedos y mi mano bajó para ayudarte en tu trabajo, veía tu pene cerca de mí, quería tocarlo, quería chuparlo, quería que me penetraras nuevamente en forma salvaje. Me pusiste boca abajo con mi cola bien parada para poder penetrarme lentamente, luego más rápido, mi mano buscaba tus bolas desesperadamente para acariciarlas, las toqué mientras sentía cómo tu pene penetraba una y otra vez por mi vagina, sentí en mi mano cómo tus venas estallaban al mismo tiempo que tu semen corría por mi interior.

Pero yo estaba demasiado excitada, no podía llegar al orgasmo. Me pusiste boca arriba y con tus manos seguiste buscando en mi interior, grité por un orgasmo largo y pronunciado, sin embargo no llegaba. Tus dedos siguieron en mi interior, mis manos seguían en mi clítoris, hasta que al fin sentí cómo estallaba en tus dedos.

Lo sentiste y comenzaste a limpiarme suavemente con tu lengua, no querías dejar ese liquido maravilloso regado por las sabanas, lo querías todo para ti, tu lengua se movía una y otra vez, arriba y abajo. Mientras yo trataba de descansar porque sabía que eso no iba a terminar ahí, sabía que en cualquier momento ibas a pedir que me pusiera boca abajo, con mi cola parada, así como te gusta para penetrarme nuevamente.

Aún no me reponía, aún estaba cansada, nisiquiera estaba lo suficientemente lubricada cuando me obligaste nuevamente a ponerme en esa posición para nuevamente penetrarme. Al principio fue doloroso sentir cómo entrabas, forzando tu pene contra mi cuerpo, hasta que poco a poco fui cediendo, hasta que tuve que dejar que hicieras conmigo lo querías.

Qué noche aquella!! Y ahora sólo puedo pensar en nuestro próximo encuentro.

miércoles, septiembre 06, 2006

SOÑANDO CONTIGO

Estuve soñando contigo.

Ocurre en ocasiones que una dulce huella queda grabada en el subconsciente; una huella que da rienda suelta a la fantasía. Y en algunos momentos en que la compañía se convierte en soledad, el alma viaja a un mundo de fantasía donde los sueños viven su realidad.

En ese mundo fue donde te encontré.

Ahí estaba yo: seductora, atrevida, sensual. Nuestras miradas se encontraban y eran capaces de transmitir nuestros deseos sin ayuda de las palabras. Así fue como me giré para que pudieras atar mis manos a la espalda. Estaba pegada a ti. Mientras tus manos se deslizaban bajo mi blusa, rodeando mis pechos, mientras mis manos, atrapadas entre cuerdas, se revolvían para acariciarte entre las piernas, provocando la aparición de un bulto que se excitaba con la proximidad de mis manos, de mi culo, escondido en el pantalón.

Mi cuello se giraba para pegarse a tu cara mientras tu boca buscaba la mía, y nuestras lenguas se anudaban, al tiempo que tus manos bordeaban mis pechos y retorcían mis pezones, cada vez más tersos.

Revolviste mi blusa dejándola atrapada entre mis manos atadas, para dejar mis preciosas tetas al descubierto. A pesar de la ténue penumbra, podía sentir cómo la brisa de la ventana abierta recorría mis preciosas curvas antes de encontrarse con tu avariosa lengua, ávida de recorrer mi cuerpo desde el ombligo hasta tu lengua pasando por el contorno de mis pechos, por los duros pezones, por mis cálidos labios.

Tu cuerpo ya yacía semidesnudo sobre las sábanas. Mi rostro de placer provocaba fuertes erecciones en tu pene, deseoso de acariciar mi cuerpo, aún atrapado en tus calzoncillos. Sin embargo no era su momento, sino el de mi cuerpo. Y mi deseo no era otro que me proporcionaras tanto placer como fueras capaz de dispensar.

Tus manos arrastraron mis pantalones para descubrir mis preciosas bragas, húmedas, y deslizarse sobre mis piernas, por fin libres para rodearte. Volviste a lamer mi lengua, mi cuello, mis pechos, mi ombligo, y deslizaste tu lengua sobre mis bragas, para sentir mi humedad traspasándolas. Recorríste mis piernas mientras retirabas las bragas, las bordeabas hasta alcanzar los delicados dedos de mis pies, y lamerlos, chuparlos, antes de volver a mi coño.

Mis movimientos, atada, mis gemidos, te excitaban cada vez más. Ya desnudo, volvíste a recorrer mi cuello, a entretenerte en mis orejas, a morder mis labios, mientras tu pene acariciaba mi coño, sentías mi humedad y hasta te atrevías a rozar suavemente mi clítoris en cortos movimientos.

Volvíste a lamerme entre las piernas mientras el olor penetraba en tu nariz y sacudía tu pene con una fuerte erección. Empezáste a jugar con mi clítoris, pero estaba tan húmeda que sentía la necesidad que me metieras la lengua hasta donde podías alcanzar. Entrando y saliendo, lamiendo entre mis piernas, y bajando a mi ano, empapado de esa mezcla entre sudor y flujo que recorria toda mi entrepierna, estaba alcanzando cotas máximas de placer, sabiendome atrapada en mi éxtasis.

Tu lengua seguía jugando entre mis piernas, mi clítoris, mi ano, cuando metiste un dedo en la boca y empezaste a penetrarme con él. Mi cara estaba empapada en sudor, mis piernas mojadas, tus dedos penetrándome, mis gemidos excitandote más y más.

Deslizaste un dedo por mi ano y pude sentir cómo lo abrazaba abriéndose y cerrándose mientras otro de tus dedos entraba en mi vagina con tu lengua. Eras un estallido de placer. Entonces subiste hasta mi boca para que te humedeciera el pene. Lo chupé con locura y este se endureció hasta el límite. Volviste a bajar para penetrarme. Tu pene entró tan suavemente en mi vagina que en pocos segundos pude sentir cómo mi flujo lo envolvía. Me penetraste una y otra vez, pero tu excitación era máxima, no podías más.

Estabas a punto de estallar cuando sentí cómo se endurecían las paredes de mi vagina. Tus gemidos me envolvían de placer, mis pechos te acariciaban, mi coño estaba ardiendo, y entonces explotamos de placer…

Mi vagina se deshizo mientras un largo chorro de semen la golpeaba por dentro. Nuestros cuerpos se fundieron en uno. Nos besamos. Seguimos moviendonos, lentamente, como si nuestras almas estuvieran ya abandonando nuestros cuerpos. Y la mía volvió, con tu deseo liberado. Y aún sentía tu olor cuando me sumí en un profundo sueño del que no quería despertar.

P.D.: Adaptación de un correo de un admirador...

jueves, junio 22, 2006

DESPERTANDO

Ayer desperté aún sintiéndote en mi piel. Tu olor aún estaba en mi cuello y la sensación de tus manos rozándome la piel aún estaba latente en mí.

El recuerdo de tus gemidos me impacientaban y me producían placer. Aún no amanecía y yo ya me sentía nuevamente inundada por la excitación.

Lentamente mis manos comenzaron a bajar por mi cuerpo, encontraron mis pezones que se erguían bajo el pijama como dos montes, los toque y sentí placer. Jugué un rato con ellos, hasta que me sentía más y más caliente.

Seguí bajando mis manos por debajo del pijama hasta encontrarme entre mis piernas, las abrí casi instintivamente, descubrí que ya estaba húmeda, si hubieses estado ahí podrías haberme penetrado en el acto y me habrías arrancado gritos de placer.

Pero no estabas, sólo el recuerdo de la noche anterior en la van estaban junto a mí.

Mis manos tocaron mi clítoris en un vaivén acompasado, primero lento, luego más rápido… mis manos fueron osadas y siguieron más allá, hasta introducirse por mi vagina, estaba caliente y húmeda.

Mis dedos se hundían en mí, dándome placer, cada vez más fuerte, imaginaba tu pene en mi boca, lamiendo, chupando, sintiendo tu olor…

Poco a poco fui llegando más y más arriba, hasta llegar a un orgasmo largo, fuerte, que me dejó exhausta y con más ganas de ti.

domingo, mayo 07, 2006

LA VAN...

Me encanta escuchar tus gritos y gemidos cuando acabas en mi boca... aún ahora los recuerdo y me excitan.

Jueves por la noche, nada nuevo, hasta que suena mi celular. Eres tu aburrido en un coctel. "Ven a mi casa" esa idea me rondó desde el primer momento pero no te la dije sino hasta la segunda llamada. Cuando, practicamente, ya estabas en la mitad del camino.

"¿Auto nuevo eh?" Era una van, no me preguntes ni la marca ni el color, porque lo único que me fijé es que no era el station wagon que te había visto la última ves "Sí, tiene los vidrios traseros completamente polarizados"

Te estacionaste frente a mi casa y, después de un cigarro y algo de conversación, las cosas se comenzaron a calentar... tu mano comenzó a recorrer mis senos y mi mano comenzó a recorrer tu entrepierna, hasta que pasamos a los asientos de atrás para estar más cómodos y con menos posibilidades que los vecinos nos vieran.

Mis manos buscaron tu cinturón para deshacerme de él, para seguir ávidamente abriendo tu pantalón para descubrirte completamente erecto, esperando por mis manos y mi boca... mi lengua recogió una gotita que aparecía ya por la punta de tu pene, con ganas comencé a a chupártelo una y otra vez, lo echaba de menos, no me había dado cuenta de cuánto lo echaba de menos...


Tus manos me hicieron hacia atrás para poder alcanzar mis senos con tu boca, mordiste mis pezones una y otra vez, haciendo que me mojara más y más con cada mordida, luego tus manos se deshicieron de mis pantalones y tus dedos comenzaron a buscar mi clitoris, jugabas con él como un niño juega con un juguete olvidado por mucho y que, al recuperarlo, es el tesoro más grande. Tus dedos buscaron mi humedad, entraron una y otra vez haciendo que de mi garganta salieran gemidos de placer, mi mano tomó tu mano para que no dejaras de tocarma así como lo estabas haciendo, hasta que una explosión de sensaciones me llenó y me dejó algo exhausta. Pero no lo suficiente como para continuar.

Ya habías hecho que yo viera el cielo, ahora era mi turno.

Abrí mi boca y te introduje en mí hasta el fondo, tenía todo tu pene en mi boca mientras con mi mano tocaba tus entrepiernas, todo lo que podía tocar. Mi lengua hacía presión en el glande mientras mi mano te recorría de arriba abajo con ganas, con fuerza, pero a la vez con cuidado. Tus manos empujaron mi cabeza hacia abajo para sentir cómo entrabas por completo en mi boca, una y otra vez, hasta que de pronto te sentí gemir y sentí dentro de mi boca tu explosión... unos gritos prosiguieron a tus gemidos mientras seguía deleitándome con tu pene que, a pesar de haber acabado, aún se mantenía erecto para jugar un poquito más con mi boca.

Hacía mucho tiempo que no hacía una locura como esa... y menos en la puerta de mi casa...

domingo, febrero 19, 2006

EL BALCON

Era media noche, las luces de la ciudad se veían espléndidas desde el balcón. Acabábamos de cenar y yo presentía a cada segundo lo que vendría...

Una copa de vino en mi mano me hacía olvidar donde estaba y lo que me rodeaba, hasta la música me parecía sonar distante, me sentía completamente abstraída del mundo, sólo me cautivaban las luces de los autos, allá abajo, tan lejos, tan inalcanzables...

De pronto tu respiración en mi cuello me hizo poner los pies en la tierra, suavemente corriste mi pelo a un lado y comenzaste a besar la base de mi cuello, tu lengua subía lentamente hasta el lóbulo de mi oreja mientras susurrabas palabras obscenas que hacían, poco a poco, que me sintiera más y más excitada.

Me quitaste la copa que aún permanecía en mi mano y la dejaste en un lugar seguro, pegaste tu cuerpo al mío y sentí tu cuerpo caliente, fuerte, demandando por mi cuerpo. Tus manos recorrieron mi cuerpo buscando mis senos mientras yo, en forma casi imperceptible, arqueaba mi columna para poder sentirte más y más...

Me obligaste a darme la vuelta para verme a los ojos, entonces comenzaste a desabrochar mi blusa, lentamente la bajaste por mis hombros y dejaste al descubierto mis senos, sin importarte que, a lo mejor, alguien de un edificio cercano pudiera vernos. Tu boca se acercó a mis pezones erguidos los que esperaban ansiosos tus caricias, sin siquiera darme cuenta, abrí un poco mis piernas, aprovechaste mi movimiento para poner una de tus manos entre medio de ellas, gemiste al darte cuenta que estaba húmeda. Tu boca no se cansaba de mis pezones, casi con desesperación sujetaba tu cabeza con mis manos: no quería que te despegaras de mí.

Te arrodillaste ante mí y desabrochaste mi pantalón, descubriste mi ropa interior y también la quitaste, tu boca comenzó a buscar mi sexo que estaba sediento por ti, me tomaste de la cintura y me sentaste en el balcón con las piernas abiertas, así, en esa posición, al borde del precipicio, comenzaste a explorarme con tu boca...

Tu lengua recorría mis labios de ida y de vuelta, una y otra vez... de pronto, mordisqueaste suavemente mi clítoris lo que me produjo una serie de escalofríos y mis gemidos comenzaron a llenar el ambiente sin que pudiera parar... tus dedos comenzaron a explorar mi interior, buscándome, adentro y afuera, unas veces despacio, otras más fuerte... de pronto comenzaste a lamer tus dedos cada vez que salían: sólo el verte hacía que pidiera más y más...

Te levantaste y te quitaste rápidamente la ropa, tu pene estaba listo para mí, te acercaste y lo comenzaste a meter: no sé si fue por lo grueso que lo tenías, pero me produjo un orgasmo apenas lo sentí entrar, cuando te diste cuenta sonreíste y seguiste una y otra vez... mis brazos te rodeaban y mis piernas también, dejando así que pudieras embestirme como quisieras...

Hiciste una pausa en la que yo, cansada ya en esa posición, me bajé del balcón y aproveché la oportunidad para jugar un poco con mi boca en tu pene... me gustaba tu punta y sentir gotitas que de vez en cuando dejabas escapar: eran muy dulces... pasaba mi lengua de arriba abajo, una y otra vez, tratando de llegar lo más abajo posible... lamiendo suavemente tus bolitas y tu ano... abrí mi boca todo lo que pude y me lo metí en la boca para chupar mejor, al llegar a la punta, succionaba un poco para sacar gotitas de tu semen... mientras tanto, tus quejidos hacían que me dieran ganas de más y más... a veces, un poco cansada, me entretenía con mi lengua recorriendo tus entrepiernas, luego subía hasta tu ombligo, para luego volver a bajar y volver abrir mi boca para seguir chupando hasta que no pudiste más y acabaste dentro de mi boca...

Una pausa, un poco de vino, algunas caricias mientras mirábamos la ciudad...

Aún me sentía excitada, quería que tu lo volvieras a estar, quería sentirte dentro una vez más, no quería acabar con nuestro juego en el balcón. Entonces mis manos comenzaron a buscar tu pene mientras mi boca besaba la tuya y mi lengua juguetona se introducía en tu boca buscando la tuya, mientras tus manos comenzaban a buscar nuevamente mi clítoris para jugar con él... me sentía tan mojada, tenía tantas ganas que me embistieras otra vez... te miré y vi el brillo del deseo en tus ojos, entonces, en un movimiento rápido, me apoyé en el balcón hacía adelante, con las piernas abiertas, parando mi cola, dejando que tus manos me recorrieran como quisieras, dejando que tu decidieras por donde meter tu pene...

Elegiste mi vagina... lo metías y sacabas con tal fuerza que sentía un sin fin de sensaciones muy cerca de mi estómago, tus gemidos cada vez que lo metías me hacían delirar de placer, de pronto, no fue suficiente meter tu pene en mi vagina, sino que también comenzaste a meter tus dedos en mi ano, primero fue un dedo, suavemente... luego fueron dos... mientras tu pene seguía entrando y saliendo... mis manos alcanzaron mi clítoris y comencé a masturbarme mientras tu, al darte cuenta, sacaste tu pene de mi vagina y suavemente comenzaste a introducirlo en mi ano...

Dolor, placer... una y otra vez...

Ninguno de los dos podía detenerse, tus manos ayudaban a las mías a jugar con mi clítoris, mientras seguías entrando y saliendo de mi ano, suavemente, luego más fuerte... apenas un poco adentro... luego todo... hasta que de pronto sentí tu explosión que partió dentro de mí y terminó en mi espalda... mientras esparcías tu semen por mi culo, mis manos lograron el orgasmo que tanto esperabas...

La noche no había acabado, pero nuestra aventura en el balcón sí...

domingo, febrero 05, 2006

ALBINO

¿Has adivinado alguna vez con sólo un roce que ese hombre te dará la satisfacción más grande de tu vida?

Pues yo lo sentí la primera vez que viajé a Brasil.

Albino Souza se llamaba y era mi guía en esa ciudad, no había pasado más de una hora en ese país cuando tomó de mi brazo, entonces sentí algo que jamás había sentido y que, dicho sea de paso, no he vuelto a sentir: sentí escalofríos al tacto con su piel... le iba a decir a mi amiga que me acompañaba, pero algo me detuvo, a lo mejor fue el no pasar por loca...

En fin, primer día y el coqueteo era evidente, pero era un coqueteo cargado de insinuaciones eróticas... él me buscaba con la mirada, cierro los ojos y puedo sentir sus ojos negros en los míos...

El tercer día fue cuando comenzó a concretarse todo, habíamos viajado varios kilómetros en el bus y ya veníamos de vuelta al hotel, cuando te acercaste a decirme algo, la verdad es que te acercaste demasiado y me diste un beso... ¡No lo podía creer! Estábamos en el bus, lleno de turistas a los que tenías que atender... mi amiga sentada al lado mío casi se murió y sólo atinó a mirar por la ventana... Estaba claro: esa noche nos escaparíamos cuando terminara tu turno.

Te desocupaste sumamente tarde, después de la una de la madrugada, entonces hicimos todo un ardid para salir del Hotel sin que nos vieran juntos... salí primero y te esperé a unas cuadras del Hotel mientras tu pasaste a buscar tu auto.

Condujiste por calles oscuras, pasaste a comprar un par de tragos a un puesto en plena calle, algo bastante novedoso tomando en cuenta que por estos lados está prohibido el consumo de alcohol en la vía pública, y me llevaste a Playa Brava: una playa escogida por los surfistas por su oleaje...

Esa noche el ambiente estaba cargado... había comenzado a llover como a las 11 de la noche y cerca de las 12 había caído una tormenta eléctrica que hacía el ambiente cálido y húmedo, justo como debe ser en un país tropical. La luna sobresalía por detrás de las nubes, de un color rojo anaranjado, como yo jamás había visto ni he vuelto a ver.

Nos refugiamos de la lluvia que aún caía en un puesto de bebidas que había en la playa, ahí comenzamos a beber mientras nos besábamos abiertamente, así como queríamos y no habíamos podido hacer... tus manos comenzaron a recorrer mi cuerpo, no querías dejar ni un centímetro sin tocar, con desesperación recorrías mis senos con una mano, mientras con la otra buscabas frenéticamente que yo abriera las piernas para tocarme con total libertad.

Igualmente mis manos querían descubrir tu piel bajo tu ropa, te saqué la camiseta que llevabas, tu olor era muy especial al igual que tu piel: tenías un gusto más bien dulce, comparado con lo que imaginaba. Mis manos bajaron lentamente hasta encontrarme con tu cinturón, con ambas manos lo desabroché para luego bajar el cierre de tu pantalón, ahí debajo estaba tu pene... grande, muy grande, uno de los más grandes que he visto en mi vida... te jactaste de su tamaño e insististe en decirme que medía 23 centímetros, a lo que callé, pues sin lugar a duda, ese debía ser el tamaño.

Me senté en un banco para estar más cómoda, acercaste tu pene a mi boca y pude lamerlo a mi entero antojo, imposible tenerlo todo dentro de mi boca, pero era un gusto pasar mi lengua por él, por la puntita donde de vez en cuando salía una gotita de tu semen, que sabía igual de dulce que tu piel. No sé cuánto rato estuve así, lamiendo, succionando, chupando, escuchando tus gemidos y tus palabras en portugués que no entendía, pero que sabía que eran de agrado. La lluvia había cesado cuando me obligaste a ponerme de pie.

Entonces levantaste mi blusa y corriste mi sostén para comenzar a morder suavemente mis pezones que ya estaban bastante duros, de pronto mordías, luego chupabas, succionabas y volvías a morder... tus manos comenzaron a bajar por mi espalda, tus uñas pasaban ligeramente por ella produciéndome escalofríos, hasta que comenzaste a bajar el cierre de mi pantalón, lo bajaste con maestría y tus manos comenzaron a jugar con mi clítoris, estaba muy mojada lo que te gustó mucho, pasabas tus dedos por mi vagina y luego los llevabas a tu boca, para luego repetir la operación. De pronto comenzaste suavemente a meter tu dedo en mi ano... tu cara de satisfacción al sentir que te costaba meter tu dedo, decía muchas cosas, me preguntaste al oído si lo había hecho así alguna vez, te dije que no, entonces me dijiste que esa iba a ser mi primera vez...

Me diste la vuelta para que me apoyara, inclinada hacia delante, en la baranda del puesto de bebidas y comenzaste a meter tu pene suavemente en mi vagina, la sensación de sentirte adentro por fin era gloriosa, ibas lento, luego más rápido... con tu mano derecha seguías jugando con mi clítoris y mis gritos de gata en celo comenzaron a hacerse escuchar mientras preguntabas, casi gritando, si me gustaba sentir esos 23 centímetros de pene dentro de mí... tus manos no me dejaban escapar mientras tú, llevado por la lujuria, seguías metiendo tu pene adentro, cada vez más adentro.

De pronto, sin darme cuenta, comenzaste con tu mano izquierda a meter nuevamente tu dedo en mi ano... me estabas cogiendo por todos lados: tu pene en mi vagina, una mano tuya en mi clítoris y la otra en mi ano... la playa estaba desierta lo que me permitía gritar de placer todo lo que quería sin preocuparme de nada...

Los orgasmos comenzaron a sobrevenir uno tras otro y tú los saboreabas con risas y suaves palmadas en mi trasero, hasta que, cansado ya, comenzaste a meter tu pene en mi ano... al principio fue el dolor, pero poco a poco fue dando paso al placer, placer que tu aumentabas con tus manos en mi vagina, ibas adentro con cuidado y afuera con rapidez, hasta que sentí el orgasmo más grande que he sentido en mi vida... mis piernas se estremecieron y grandes contracciones te hicieron saber de todo el placer que sentía en esos momentos.

Pero tu no estabas cansado y no ibas a dar por terminada la batalla de nuestros cuerpos así como así. Volviste a meter tu pene en mi vagina una y otra vez, hasta que, de pronto, me hiciste caminar, así, teniéndote adentro, hasta la orilla del mar... ahí continuaste, me lo metías indistintamente por el ano y por la vagina, una y otra vez, a veces más fuerte, otras más despacio... hasta que ni tu pudiste más y en un grito, acabaste dentro de mí... sentí tu explosión dentro de mí.

Estaba exhausta, la arena estaba mojada por lo que no podía descansar sobre ella, dejé sobre caer lo que me quedaba de ropa y me hundí en el mar, el agua estaba tibia, de pronto sentí que me abrazabas por atrás, besabas mi cuello y mi hombro, tus manos buscaban por más... ahí, dentro del agua, sintiéndome ingrávida, levanté mis piernas y te abracé con ellas, para que pudieras continuar metiendo tu pene dentro de mí en al compás de las olas del mar...

Estaba ya casi amaneciendo cuando decidiste que era hora de regresar, pero lo hiciste prometiéndome repetir nuestro encuentro cada noche que durara mi estadía en tu ciudad... y así fue.

viernes, enero 27, 2006

JOSE LUIS

La tarde era calurosa, estaba ansiosa por conocerte en persona, no sabía exactamente cómo ibas a ser, mal que mal, apenas te había visto en una foto por Internet.

No sé en qué momento accedí a juntarme contigo, ni tampoco estaba muy segura por qué. Pero en ese momento decidí arriesgarme y ceder ante tu invitación.

Llegaste sobre una camioneta, demasiado grande para mí, pero exacta para ti... Te acompañé a ver algunos muebles para tu oficina y luego nos dirigimos hacia allá. El lugar estaba lleno de motos, con ese olor tan particular que tienen los salones de venta de autos: mezcla a goma de neumáticos nuevos y grasa.

Comenzaste a hablarme y te subiste a la moto que estaba más próxima a un escritorio, la hiciste andar, yo me acerqué, tu brazo entonces rodeó mi cuello y me atrajiste hacia ti... pude oler tú la piel de tu brazo que me sostenía pegada a ti y comenzaste hablarme suavemente al oído, palabras de lujuria que comenzaron a excitarme.

Tu mano derecha comenzó hábilmente a recorrer mis senos, mientras mordisqueabas el lóbulo de mi oreja. Me soltaste del cautiverio en el que me tenías y me di media vuelta hacia ti, subiste mi polera y corriste mi sostén para poder observar mis senos blancos, apretaste suavemente los pezones que se ponían cada vez más duros mientras sentía cómo comenzaba a mojarme... acercaste tu boca y sentí cómo tus dientes los mordían, uno primero y el otro después, en una alternancia abrumadora.

Mis manos comenzaron la búsqueda frenética del cierre de tu pantalón, lo abrí casi con desesperación pues sentía la necesidad de tener tu pene en mis manos y llevarlo a mi boca... lo encontré bajo un bóxer azul, grande, muy erecto, todo para mí. Dejaste que te lo chupara por un rato, hasta que decidiste que era hora de cambiar de posición y buscar una más cómodos.

Quitaste las cosas del escritorio y te fijaste que estuviesen bien cerradas todas las entradas y las cortinas, entonces bajaste mi pantalón y mi ropa interior, tus dedos comenzaron a jugar con mi clítoris mientras me besabas una y otra vez... me tenías casi sin aliento... y yo lo único que deseaba en esos momentos era sentirte dentro, tu pene me tenía vuelta loca...

Me recostaste sobre el escritorio y comenzaste a penetrarme... estaba grande, muy rico... como estabas de pie podías empujarlo bien, con todas tus ganas hasta llegar al fondo y tus manos no dejaban de jugar con mis pezones... de pronto sentí la necesidad de gritar, una mano se posó en mi boca y mis gritos ahogados llenaron el lugar.

Entonces hicimos una pausa, un pequeño cambio... te sentaste en el escritorio mientras yo acerqué una silla, me senté y pude devorarte a mis anchas... pasaba mi lengua por la puntita, para luego seguir bajando hasta tus bolitas que metía enteras en mi boca... una y otra vez... hasta que mis labios se adormecieron de tanto chupárlo.

Te paraste y me obligaste a lo mismo, me empujaste boca abajo en el escritorio y comenzaste a penetrarme otra vez, primero lentamente... luego y a medida que tu excitación aumentaba, más y más rápido... tomaste mi pelo y lo jalaste hacía atrás, como si fuera una yegua y me estuvieses domando... te diste cuenta que eso me excitaba en demasía y seguiste penetrándome una y otra vez sin dejarme agachar la cabeza... hasta que mi orgasmo fue inevitable... no mucho después vino el tuyo al que coronaste con besos y abrazos.

No me dejaste ir así como así, antes me dejaste una lección: “Las personas como nosotros – me dijiste - no por ser calientes no sentimos, siempre es bueno un abrazo, un beso, un gesto de cariño”

lunes, enero 16, 2006

JOAO AVENTURERO

Domingo en la tarde, después de un largo viaje y de mucho tiempo esperando llegaste hasta mí... no sé si habrán sido los inumerables viajes por América o la cantidad de mujeres con las que has estado, pero tienes un sabor y un olor especial... distinto... que no había probado.

No te conocía en persona, a lo más alguna vez te había visto en foto y en cámara web... pero no es lo mismo que en persona, sólo en persona uno sabe si siente la química suficiente como para irse a la cama o no.

La verdad es que tampoco lo pensé mucho, había ido a tu encuentro directamente sabiendo que el fin de nuestro encuentro iba a ser la cama, algo que querías desde hacía mucho, te aguantaste durante tu recorrido por Brasil, Perú, Bolivia... hasta que en Argentina decidiste cruzar la frontera y llegar hasta mí... con todas las ansias y ganas de un macho postergado.

Frente a frente no alcancé a respirar siquiera cuando ya me tenías sobre la cama, boca arriba, mientras tus manos recorrían mi cuerpo, en forma hábil ibas sacando mi ropa, mientras casi desesperado, abrías mi pantalón... tu boca estaba sedienta del jugo de mi gruta, la buscaste, urgiste su interior hasta que comenzó a salir, toda para ti.

Tus manos hábiles buscaban mis pezones, los apretabas y amasabas, urgiendolos a ergirse para ti, para luego chuparlos una y otra vez en forma alternada...

En un arrebato de excitación, no dí más, necesitaba tocarte, necesitaba tomar el control: te voltee, te acaricié, pasé mi lengua por tu torso lentamente, luego fui bajando haciendo circulos, me detuve en tu ombligo y continué más abajo... lentamente llegé a tu pene que me esperaba erguido... mi lengua rozó suavemente la punta, sacandote un gemido gutural lo que me indicó que te gustaba, lo metí entero en mi boca sentí tu sabor, repetidas veces, afuera y adentro de mi boca, luego mi lengua buscó tus testículos y aún más abajo, recorriendo toda tu intimidad.

Ya no podía más de excitación, dejé descansar mi boca y mi lengua para dejarme caer suavemente sobre ti, me penetraste con fuerza, con ganas, me dejabas cabalgar a mi antojo sobre ti... de vez en cuando dejaba adentro solo la punta y miraba tus ojos como pedían por más, tanto más adentro, tanto más afuera...

De pronto sentí cómo acabaste y me sorprendí al darme cuenta que tu excitación no bajaba... entonces me alzaste por el aire para continuar una vez más saboreando mi gruta hasta que acabé en medio de contracciones y escalofríos que recorrieron mi piel.


Cansada ya, me dí cuenta que no pensabas bajar la guardia, te bajaste de la cama y me pusiste de espalda, sólo apoyada de caderas en adelante con las piernas fuera de la cama, te inclinaste hacia adelante para poder penetrarme mejor, en forma salvaje esta vez, afuera y adentro, una y otra vez, sin parar... no sé cuántos minutos pasaron hasta que conseguiste otro orgasmo.

El tiempo en ese motel se nos acabó, pero no así nuestras ganas de continuar...