viernes, enero 27, 2006

JOSE LUIS

La tarde era calurosa, estaba ansiosa por conocerte en persona, no sabía exactamente cómo ibas a ser, mal que mal, apenas te había visto en una foto por Internet.

No sé en qué momento accedí a juntarme contigo, ni tampoco estaba muy segura por qué. Pero en ese momento decidí arriesgarme y ceder ante tu invitación.

Llegaste sobre una camioneta, demasiado grande para mí, pero exacta para ti... Te acompañé a ver algunos muebles para tu oficina y luego nos dirigimos hacia allá. El lugar estaba lleno de motos, con ese olor tan particular que tienen los salones de venta de autos: mezcla a goma de neumáticos nuevos y grasa.

Comenzaste a hablarme y te subiste a la moto que estaba más próxima a un escritorio, la hiciste andar, yo me acerqué, tu brazo entonces rodeó mi cuello y me atrajiste hacia ti... pude oler tú la piel de tu brazo que me sostenía pegada a ti y comenzaste hablarme suavemente al oído, palabras de lujuria que comenzaron a excitarme.

Tu mano derecha comenzó hábilmente a recorrer mis senos, mientras mordisqueabas el lóbulo de mi oreja. Me soltaste del cautiverio en el que me tenías y me di media vuelta hacia ti, subiste mi polera y corriste mi sostén para poder observar mis senos blancos, apretaste suavemente los pezones que se ponían cada vez más duros mientras sentía cómo comenzaba a mojarme... acercaste tu boca y sentí cómo tus dientes los mordían, uno primero y el otro después, en una alternancia abrumadora.

Mis manos comenzaron la búsqueda frenética del cierre de tu pantalón, lo abrí casi con desesperación pues sentía la necesidad de tener tu pene en mis manos y llevarlo a mi boca... lo encontré bajo un bóxer azul, grande, muy erecto, todo para mí. Dejaste que te lo chupara por un rato, hasta que decidiste que era hora de cambiar de posición y buscar una más cómodos.

Quitaste las cosas del escritorio y te fijaste que estuviesen bien cerradas todas las entradas y las cortinas, entonces bajaste mi pantalón y mi ropa interior, tus dedos comenzaron a jugar con mi clítoris mientras me besabas una y otra vez... me tenías casi sin aliento... y yo lo único que deseaba en esos momentos era sentirte dentro, tu pene me tenía vuelta loca...

Me recostaste sobre el escritorio y comenzaste a penetrarme... estaba grande, muy rico... como estabas de pie podías empujarlo bien, con todas tus ganas hasta llegar al fondo y tus manos no dejaban de jugar con mis pezones... de pronto sentí la necesidad de gritar, una mano se posó en mi boca y mis gritos ahogados llenaron el lugar.

Entonces hicimos una pausa, un pequeño cambio... te sentaste en el escritorio mientras yo acerqué una silla, me senté y pude devorarte a mis anchas... pasaba mi lengua por la puntita, para luego seguir bajando hasta tus bolitas que metía enteras en mi boca... una y otra vez... hasta que mis labios se adormecieron de tanto chupárlo.

Te paraste y me obligaste a lo mismo, me empujaste boca abajo en el escritorio y comenzaste a penetrarme otra vez, primero lentamente... luego y a medida que tu excitación aumentaba, más y más rápido... tomaste mi pelo y lo jalaste hacía atrás, como si fuera una yegua y me estuvieses domando... te diste cuenta que eso me excitaba en demasía y seguiste penetrándome una y otra vez sin dejarme agachar la cabeza... hasta que mi orgasmo fue inevitable... no mucho después vino el tuyo al que coronaste con besos y abrazos.

No me dejaste ir así como así, antes me dejaste una lección: “Las personas como nosotros – me dijiste - no por ser calientes no sentimos, siempre es bueno un abrazo, un beso, un gesto de cariño”

lunes, enero 16, 2006

JOAO AVENTURERO

Domingo en la tarde, después de un largo viaje y de mucho tiempo esperando llegaste hasta mí... no sé si habrán sido los inumerables viajes por América o la cantidad de mujeres con las que has estado, pero tienes un sabor y un olor especial... distinto... que no había probado.

No te conocía en persona, a lo más alguna vez te había visto en foto y en cámara web... pero no es lo mismo que en persona, sólo en persona uno sabe si siente la química suficiente como para irse a la cama o no.

La verdad es que tampoco lo pensé mucho, había ido a tu encuentro directamente sabiendo que el fin de nuestro encuentro iba a ser la cama, algo que querías desde hacía mucho, te aguantaste durante tu recorrido por Brasil, Perú, Bolivia... hasta que en Argentina decidiste cruzar la frontera y llegar hasta mí... con todas las ansias y ganas de un macho postergado.

Frente a frente no alcancé a respirar siquiera cuando ya me tenías sobre la cama, boca arriba, mientras tus manos recorrían mi cuerpo, en forma hábil ibas sacando mi ropa, mientras casi desesperado, abrías mi pantalón... tu boca estaba sedienta del jugo de mi gruta, la buscaste, urgiste su interior hasta que comenzó a salir, toda para ti.

Tus manos hábiles buscaban mis pezones, los apretabas y amasabas, urgiendolos a ergirse para ti, para luego chuparlos una y otra vez en forma alternada...

En un arrebato de excitación, no dí más, necesitaba tocarte, necesitaba tomar el control: te voltee, te acaricié, pasé mi lengua por tu torso lentamente, luego fui bajando haciendo circulos, me detuve en tu ombligo y continué más abajo... lentamente llegé a tu pene que me esperaba erguido... mi lengua rozó suavemente la punta, sacandote un gemido gutural lo que me indicó que te gustaba, lo metí entero en mi boca sentí tu sabor, repetidas veces, afuera y adentro de mi boca, luego mi lengua buscó tus testículos y aún más abajo, recorriendo toda tu intimidad.

Ya no podía más de excitación, dejé descansar mi boca y mi lengua para dejarme caer suavemente sobre ti, me penetraste con fuerza, con ganas, me dejabas cabalgar a mi antojo sobre ti... de vez en cuando dejaba adentro solo la punta y miraba tus ojos como pedían por más, tanto más adentro, tanto más afuera...

De pronto sentí cómo acabaste y me sorprendí al darme cuenta que tu excitación no bajaba... entonces me alzaste por el aire para continuar una vez más saboreando mi gruta hasta que acabé en medio de contracciones y escalofríos que recorrieron mi piel.


Cansada ya, me dí cuenta que no pensabas bajar la guardia, te bajaste de la cama y me pusiste de espalda, sólo apoyada de caderas en adelante con las piernas fuera de la cama, te inclinaste hacia adelante para poder penetrarme mejor, en forma salvaje esta vez, afuera y adentro, una y otra vez, sin parar... no sé cuántos minutos pasaron hasta que conseguiste otro orgasmo.

El tiempo en ese motel se nos acabó, pero no así nuestras ganas de continuar...